Trozos

Estábamos demasiado rotas. Estábamos demasiado rotas para este mundo, para la sociedad materialista capitalista en la que nos ahogamos, para las relaciones de una sola noche de dos copas de más o tóxicas. Estábamos tan rotas que
nuestras piezas ya estaban perdidas y no sabíamos cómo narices encontrarlas. Creíamos que jugando a los dioses lograríamos volver a ser uno, pero ya nos habíamos mezclado, y como niños en el parque, nos estábamos peleando por designar qué trozos nos pertenecían. Es por ello que ahora te llevo a todas partes. 

Teníamos tanto miedo a no ser suficientes, a fallarnos y follarnos, a tocarnos el alma a dos manos, siempre esperando un orgasmo final que nunca llegaba. Maldito hijo de puta. Temblábamos como si la vida se nos fuera en ello y el dolor iba en aumento con el odio, la pasión y las ganas de matarnos a besos. Pero ni tu querías matarme, ni yo quería que te suicidases después. El miedo nos poseyó como un dueño maltratador y dominante, repugnante. Pensábamos ser eso que nunca fuimos y ahora pretendíamos ser por no aceptarnos como somos. 

Ignorantes, arrogantes, orgullosas, niñatas, egoístas, dolorosas. Todo esto y más se acumulaba cada noche en mi almohada. Mientras una vez más, lloraba con la idea de perderte, pero tu siempre te excusabas dejándome decidir a mí. Maldita cobarde, no te supe hacer feliz y aún así preferiste agarrarte a mí como a un clavo ardiendo antes de hundirte en tu propio iceberg, Lo siento. Léeme del revés, y si no ves alternativa, ven, no me esperes, solo vuelve a disolverte en mi saliva. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

A mi yo del futuro

La risa que debe ser amada