La chica revolucionaria

Sonrisa de balas de plata, mirada color café, quizás no era el momento, pero necesitaba coger tu tren. Era tarde ya en la Aurora, viendo una noche amanecer, parecían retroceder las horas, cuando te
vi aparecer. Llegaste y no dudaste, llegaste y me miraste; dios mío, no supe que hacer. Si la viesen lo sabrían, era un ángel que reía, le daba igual todo alrededor con esa elocuencia y dulzor. 

Y de repente, me di cuenta, era ella, tenía que ser ella, mi chica revolucionaria, mi musa presidiaria, dulce niña con agallas. Era y es tan temperamental, tan inocente y a la vez letal. Tengo que amarte, amor, tengo que amarte. Aunque me cueste aún olvidar, sé que en tus brazos me puedo siempre refugiar, sin miedo al amor o la oscuridad. 

Cuando menos lo esperes, habré robado tu alma, no tengas calma. Me ha costado siete vidas encontrarte, solo me queda esta para mi corazón darte y sin embargo creo ciegamente que me amarás y que no te irás, que no te irás... Tienes que quedarte, amor, tienes que quedarte. Aunque esta herida duela como dos, aunque quiera quererte, y no.

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