He decidido no jugar más

Empieza el día con más pinta de suicidio que de albedrío. Cuando ya lo daba totalmente por perdido: Un mensaje. Era de ella. De repente, suena el timbre. No, imposible, no podía ser. Pero sí, era ella. Y yo con las pintas más andrajosas de toda la semana, ya podía haber avisado la chica de tinta. Si vas de sorpresitas por la vida preve al menos. Corriendo como si no hubiera un mañana a la ducha y cuando salgo, allí estaba. 

Sentada en mi sillón, en pijama de los Rolling Stones, con el moño de dormir que tan bien le queda y unas zapatillas. Yo preocupada por no parecer una indigente, pero claro, yo asquerosa parezco una muerta de hambre, ella no está mal ni con una caja de cartón. Maldita sea, como consigue que todo lo que diga y haga me saque una sonrisa o una carcajada. No entiende que es difícil aguantar las ganas de idealizarla, aunque casi no necesitaría hacerlo, solo hay que verla. 

Me dice entre risas que soy su primera opción de planes y yo no sé ni que contestar. ¿Primera opción? ¿Cómo narices interpreto eso? Demasiado confuso para planteármelo, prefiero ir tarareando en su coche canciones de Ed Sheeran, mientras de vez en cuando y disimuladamente, la miro. Me encanta mirarla, en tan poco tiempo se ha convertido en mi hobby preferido. Es más, me atrevería a decir que me sé de memoria todos los detalles de su cara, de su sonrisa, incluso de sus manos. 

Por no hablar ya de sus ojos... Me superan. Al igual que su boca, podría perderme una y mil veces dibujando esos labios. O hundirme sin miedo a ahogarme en la profundidad de su mirada. Sí, hablo de esa que no aguanto más de diez segundos por miedo a la expulsión incontrolada de poemas cursis sofocados. Por eso hoy he decidido no escribir nada sobre la chica de tinta. Tengo miedo de perder otra vez, así que he decidido no jugar más.


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