Sin importar las consecuencias
Es cierto, no eres el amor de mi vida. No eres lo primero en lo que pienso al despertar. Pero si pudiera elegir entre volver a mi paz o seguir en tu caos, preferiría la discordia de tus labios. Rojos y voluminosos, absorbentes y
delirantes. Desgraciadamente, son tantas las ganas de rozar el cielo de tu boca, que a veces pierdo el rumbo mientras hablas. Es probable, además, que estemos destinadas a no ser, pero como ya he dicho en otras ocasiones, me encanta ser (o no) contigo. Me encanta tu forma de vacilar con la mirada al más serio de la sala y sacarle una carcajada. Y esa forma en la que te ríes... cuando se arruga tu pequeña y redonda naricilla y suena armónica tu risa de fondo, mientras yo me pierdo en tu sonrisa de molde. ¿Por qué me haces esto? No era suficiente el doloroso placer de no tenerte que andas tentándome de todas las formas. Hoy es una broma de celos, mañana un comentario de mis reclamaciones constantes de cariño, que dices que no merezco por mis malos modales; pasado serán bailes inocentes de intencionalidad discutible, bajo los neónes de algún bar de la ciudad. Tenías razón al decir que venías del mismísimo infierno, jamás había visto al pecado personificado hasta que te conocí. Me encantas, decirlo está de más, pero es verdad. Me fascina la forma que tienes de hacerme vibrar, y como has puesto del revés mi mundo. Malditos ojos verdes, nunca te fíes de una mirada que te atraviesa el alma cuando te cruzas en su trayectoria. Y podría decir sin equivocarme, que en la curva de tus caderas me mataría una y mil veces, sin importar las consecuencias.
delirantes. Desgraciadamente, son tantas las ganas de rozar el cielo de tu boca, que a veces pierdo el rumbo mientras hablas. Es probable, además, que estemos destinadas a no ser, pero como ya he dicho en otras ocasiones, me encanta ser (o no) contigo. Me encanta tu forma de vacilar con la mirada al más serio de la sala y sacarle una carcajada. Y esa forma en la que te ríes... cuando se arruga tu pequeña y redonda naricilla y suena armónica tu risa de fondo, mientras yo me pierdo en tu sonrisa de molde. ¿Por qué me haces esto? No era suficiente el doloroso placer de no tenerte que andas tentándome de todas las formas. Hoy es una broma de celos, mañana un comentario de mis reclamaciones constantes de cariño, que dices que no merezco por mis malos modales; pasado serán bailes inocentes de intencionalidad discutible, bajo los neónes de algún bar de la ciudad. Tenías razón al decir que venías del mismísimo infierno, jamás había visto al pecado personificado hasta que te conocí. Me encantas, decirlo está de más, pero es verdad. Me fascina la forma que tienes de hacerme vibrar, y como has puesto del revés mi mundo. Malditos ojos verdes, nunca te fíes de una mirada que te atraviesa el alma cuando te cruzas en su trayectoria. Y podría decir sin equivocarme, que en la curva de tus caderas me mataría una y mil veces, sin importar las consecuencias.

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