La carta II
Quizás nuestra historia nunca se pareció a un libro de Neruda o Benedetti, tal vez fue parecido a un drama de Lope o Shakespeare. Un amor intenso como los colores del universo, pero finito, como él mismo.
Ahora los "ojalá" inhundan nuestra boca y garganta, pero un cielo de primaveras paralelas nos espera.
Quizás este enero sea más invernal que el anterior, puede que eche de menos cocinar por las mañanas. O solo a ti.
Mirarte. Mirarte fue un error, mi mayor despiste, mi mayor pecado sin perdón. Y es tan corta la palabra para todo lo que en ti engloba; una vida, mil sueños, futuros, sonrisas, caricias y no heridas.
El cielo, amor, sin nubes ni sol, porque contigo las noches eran mejor. No volveré a jurar que no haré nada sin falta de inspiración. No prometeré más canciones si no te marcan como a mi el corazón.
Jacqueline, mi vida, mi Luna y mi noche. Por ti he conocido la palabra amor y ahora por ti sé lo que duele el desamor, como duele sacar cada beso de mi boca.
Te escribo cada día un poco, a veces, solo una palabra. Y me pides que no te olvide, ¿cómo se olvida lo que te dio vida? ¿cómo se olvida lo que te salvó de ti misma? Dime cómo.
De otra, serás de otra, como antes de mis besos; tu voz, tu cuerpo claro, tus ojos infinitos. Porque jamás fuiste mía, ni de nadie y espero que sigas siendo viento que narra.
Me llegué a creer que un cielo en un infierno cabe, porque eso es amor y quién lo probó, lo sabe. Ya lo sé.
Ser contigo o no, no fue una cuestión, fue no perder el tren de tus caderas con destino a tu cálido pecho.
Y te espero corazón coraza, te espero donde los martes fueron domingos y las sábanas aún se enredan.
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