Nutella

Ojalá pudieras verte con mis ojos, ojalá. Me gustaría que vieras lo poco que te valoras y no hablo de tu físico, sino de tu forma de ser, tu personalidad que asusta y tu
inteligencia que deslumbra. No sabes cuanto vales, ni que eres la persona más increíble que he conocido y si alguna vez dijera lo contrario, mentiría. Porque tú, sin ser perfecta eres capaz de actuar con la mayor de las sutilezas y con todos los fallos que pudieses tener, sigues siendo extraordinaria. 

Estás tan abstraída del mundo que no te das cuenta de lo original que eres y que por eso no solo me gustas, sino que te admiro. Admiro tu carácter, tu franqueza y decisión y me gustas porque no necesito tenerte, no quiero tenerte, no deseo que seas nada mío porque sin serlo te conviertes en todo lo que estimo. Y sí, digo estimo porque el verbo amar está sobrevalorado, representa una posesión que yo no siento por ti. Es más, sería muy atrevida si dijera que después de tanto tiempo no sé lo que siento por ti, que es inefable. 

Pues no hay palabras para describir las tardes muertas que he pasado a tu lado, en las que no he dejado de inspirarme, porque sí, aún pienso en ti cada vez que escribo. Aún tengo tus ojos avellana tatuados en el alma, quizá es por eso que le he cogido tanto cariño a la nutella. Sin embargo y en vano he intentado buscar otras musas, otros besos, otros labios que se han visto eclipsados por el recuerdo de tus ojos.




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