"De las que nunca terminan de pasar"
EN EL ÚLTIMO BAR.
Y qué pasó
entonces.
Pasó una mujer.
Pero qué pasó.
Que era
de las que nunca
terminan
de pasar.
Karmelo C. Iribarren
Así era ella, una sombra que iluminaba, un vacío que completaba. Teniendo dos caras como una moneda y aún así era capaz de sacar la mejor de tus facetas. Siendo estrella y Luna, perdiéndose en el espacio junto a todos los poemas que nunca llegaré a escribirle. Ahí se encuentra ella, perdida, encontrada, sin saber donde su vida empieza o acaba.
Es de ese tipo de personas que ves de lejos y suspiras, y cerca te dejan sin aliento. Así es ella, tan intangible y a la vez inmanente. Rebelde como la ola, libre como la brisa de verano, hermosa como una puesta de Sol. Ella es un sueño andante e inalcanzable.
Tristes. Tristes son los días sin su recuerdo cerca, sin sus miradas, sin risotadas. Sería preferible estar al desidio destinada antes que morir esperando su llegada. Valientes las que se han enfrentado a su piel pensando salir ilesas y mientras yo, muriéndome en tristeza. Por no saber que demonios quiere, pero yo los tengo todos. Para mi ya no existe infierno después de conocerla.
Evitar pensar en ella solo me provoca traerla más a mi, quererla menos pasajera en mi vida, y esperar que desee quedarse sin tener que pedírselo. Anelar menos su presencia y verla más sin decencia. Despertar y no tener esa duda de si hoy la veré en mi cama sentada. Maldita hipocresía, que no me gustaba decía. Ahora, muero en desesperación, porque es de las que nunca terminan de pasar.
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