Hablemos de musas

Desde que empecé a escribir inocentemente y de forma lírica, hace ya más de cinco años, ni si quiera sabía lo que era la inspiración. Escribía por placer, por diversión, por el simple y llano afán de crear algo nuevo. Sin embargo, un lustro más tarde,
echo la vista atrás para darme cuenta de que siempre he tenido una figura referente, una fuente de admiración e inspiración que me ha evocado a escribir fielmente sobre sentimientos y realidades desde mi punto de vista. Es cierto, me cuesta mucho más y me lleva una mayor concentración el hecho de escribir por meramente escribir sobre un tema que no me llena en cuerpo y alma. De política, por ejemplo, no podría escribir, la considero muy necesaria pero a la vez me produce un hastío tremendo. Pero volviendo al tema de las musas, en mi caso y durante todo este tiempo, he tenido 3 musas realmente relevantes, de las cuales he sacado gran parte del material literario que llevo sobre mis hombros. 

La primera de ellas fue una profesora de inglés de la que hablo en mi anterior publicación, esa mujer me producía tal admiración que para canalizar todos mis sentimientos empecé a escribir y parte de las cosas que escribía se las regalaba a ella. Recuerdo que durante tres años a final de curso le regalaba cartas en las que le agradecía lo mucho que había influido en mi personalidad. 

Cuando aún no había dejado de admirarla, conocí a mi segunda musa, otra mujer, esta vez tenía mi edad y todavía tengo la certeza de que si llegó a mi vida, fue a causa del destino. Mai, mi princesa, mi niña, siempre tan delicada y adorable. De mis sentimientos hacia ella surgieron 54 poemas, 15 cartas y dos entradas de blog, reconocidos. Sin duda alguna, ha sido la mayor de mis musas, pasé dos años escribiendo sobre su belleza, sobre sus ojos castaños y la hermosura de su alma etérea. Para mi mala suerte, Mai vivía y vive, en Córdoba, la ciudad más bonita de Andalucía. Y justo de después dos años de habernos conocido por twitter fui a conocerla en el viaje más aventurero de toda mi vida, totalmente desorganizado. Pero valió la pena por el simple hecho de descubrir los sentimientos más bonitos que jamás haya sentido. Me enamoré de ella, como era de esperar, después de haberla idealizado tanto. Era para mi como una semidiosa del Olimpo. Pero poco a poco, esos sentimientos se fueron apagando y todo se volvió amargo y triste. 

Hasta que conocí a mi actual musa, esos misteriosos ojos verdes y ese laberinto de labios rojos, ese enigma que cada día me sorprende tanto para bien como para mal. Porque ella...ella es un huracán en mi mundo, entró revolucionando todas mis ideas premeditadas sobre el amor, llevándolo un paso más allá. Queriendo a alguien sin saber cómo o porqué. Pero es un sentimiento totalmente inefable e incontrolable. A ella la conocí por error, por destino o por casualidad, pero desde que la vi, tenía una extraña sensación de que ya la conocía, aún la tengo y cada vez que la escucho hablar me sorprende que tengamos la misma visión del mundo. Siendo sincera, no sé que hacer con ella exactamente, mis propias palabras se confunden porque estoy confundida. No sé sobrellevar a las musas, son demasiado complejas, etéreas y concupiscentes. Un futuro gran poeta me dijo una vez: "Lo mejor es no enamorarte nunca de una musa". Cuanta razón en sus palabras, pero puestos a hablar de problemas: hablemos de musas.

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