El último día que fuimos
La tarde en que te confesé todo, tenía un aroma a sal, y aunque más que confesión fue una confirmación, para mi, valió igual. El día estaba soleado, más bien hacía calor, quedamos en el puerto para la embarcación y yo contaba los segundos para verte. Ya el día anterior Carmen lo sabía y me aconsejó que te lo dijera. Yo ignorante de la realidad o quizá ilusa de esperarme otra respuesta, me propuse contártelo al día siguiente. Te vi entrar por la puerta y se me cortó la respiración. Estábamos almorzando en el Mcdonal’s que hace esquina. Recuerdo que al salir pasé mi brazo sobre tu hombro y te dije: “Ves como si sabes caminar con alguien a tu lado”. Y tanto que sabes, parecías creada para enamorar. Todos tus gestos, tu forma de andar, de reír, de hablar. No existe nada más genial que tu risa. Se nota de lejos lo mucho que te gusta ser y hacer feliz, todas esas boberías que haces que solo son graciosas si eres tu quien las lleva a cabo. Me he ido por las ramas. Es...